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COMENTARIO DE UN FRAGMENTO DE LA SONATA DE OTOÑO

Importancia de Valle-Inclán en la literatura española

El escritor gallego es fundamental para la renovación estética de principios del siglo XX. Con esta obra España se introduce en los temas y formas que se venían cultivando ya en el resto de Europa. Se llega así al momento cumbre del modernismo. Esto es posible gracias un bagaje literario producto de las múltiples lecturas de los autores naturalistas y de los franceses más modernos. También es importante la influencia de la literatura gallega y portuguesa.

Se pueden distinguir dos estéticas en la producción de Valle. Por un lado la modernista, esteticista, no vinculada ideológicamente a la realidad contemporánea y, por otro, la esperpéntica. El esperpento es el  fenómeno literario comprometido con la realidad de su tiempo que consiste en la caricaturización de los trazos más negativos de la sociedad llegando incluso a lo grotesco. En líneas generales se suele afirmar que las primeras obras tienen una estética más modernista, aunque en ocasiones pueden llegar a incluir elementos pre-esperpénticos y las últimas se incluyen en la estética esperpéntica. Aunque hay autores que no están totalmente de acuerdo con esta separación.

Las sonatas se encuadran, pues, en la renovación de la novela que se produce al inicio del siglo XX, que viene precedida, dentro del realismo, por la novela espiritualista de Galdós y la simbolista de Pardo Bazán. Esta época coincide con la crisis finisecular, la profundización de la conciencia, el discurso psicoanalista y el abandono del individualismo a favor de la colectividad.

 

Género de la obra

Según el estilo empleado se trata de una novela lírica encuadrada en una auténtica plenitud modernista. Destaca la musicalidad, el léxico evocador de sensaciones, el culto a los sentidos, las descripciones lentas que hacen de la narración un auténtico poema en prosa. Es obvia la preocupación de Valle por el estilo lo que se manifiesta en la presencia de términos cargados de expresividad y en el cuidado en la sintaxis empleada.

Formalmente el subtítulo define la novela como “memorias del Marqués de Bradomín”. Se trata de una novela en primera persona donde Xavier reconstruye su pasado. Es el propio protagonista el que hace un viaje retrospectivo y presenta al lector su vida. En cierto modo se puede considerar que se trata de una autobiografía ficticia, donde un personaje muestra sus aventuras de Don Juan.

Se presenta, pues, una dicotomía entre memorias y autobiografía. La diferencia radica en que las primeras narran el entorno del protagonista, así se relatan acciones externas de las que el yo es testigo. Las segundas tienen al narrador como personaje central de la novela. En cierto modo se puede establecer un punto intermedio entre ambas, puesto que Xavier relata su vida no desde la sinceridad, sino desde la ironía. De todos modos lo que resulta más importante destacar es el hecho de que la obra está escrita en primera persona y que esto puede condicionar el género de la misma.

 

Situación novelística del texto escogido

La Sonata de Otoño forma parte de un ciclo formado por tres sonatas más correspondientes a las otras estaciones. Las cuatro narran desde una visión retrospectiva las aventuras de Xavier, el Marqués de Bradomín, un Don Juan “feo, católico, sentimental” como describiría el propio Valle.

Se publican como novelas entre 1902 y 1905, una por año, (Sonata de Otoño, Sonata de Estío, Sonata de Primavera y Sonata de Invierno). Aunque algunos fragmentos ya habían visto la luz en la prensa. De hecho se pueden establecer varios pasos en la génesis de la obra objeto de estudio. Los personajes, los lugares y algunas técnicas narrativas habían sido desarrollados por Ramón en otras publicaciones. Además, incluso después de 1902, el relato sufrió sucesivas modificaciones hasta la versión final de 1933, tres años antes de la muerte del autor, en la que se basa Leda Schiavo para su edición.

Las sonatas forman una alegoría de la vida del hombre. En la primavera, un Xavier joven intenta enamorar a María Rosario. En estío, Bradomín, en México, vive pasiones sin límite. En otoño nos encontramos con un Marqués que reflexiona sobre sus amores con una antigua amate. En invierno el protagonista se despide del amor.En su conjunto, Las Sonatas pueden ser consideradas una parodia de la literatura precedente. La crítica contemporánea había acusado a Valle aprovecharse de los tópicos vigentes en la época, incluso de plagio. Las nuevas interpretaciones se sitúan en una esfera más positiva y consideran que lo que pretendía el autor era satirizar. En su edición, Schiavo afirma lo siguiente “son una brillante reescritura irónica, tanto de los tópicos del simbolismo y decadentismo europeos como de los temas que obsesionaban a los intelectuales españoles a fines del siglo pasado”. Con estas palabras sintetiza perfectamente la intencionalidad de todo el ciclo. En la sonata que nos corresponde se aprecia una burla del tópico del Don Juan con un personaje en los últimos años de su vida y que llega a reconocer que, incluso de joven, no era muy agraciado físicamente. Otro tema producto de las mofas del escritor vilanovense es el tópico del Eros y el Tánatos, es decir, el amor y la muerte. El deseo de Xavier por Concha se acrecienta a medida que se aproxima la muerte de esta.                                                                                                                                                                                                                 

La trama de la novela sucede en 7 días, lo que muestra la reducción temporal de la novela moderna. El tiempo de la historia y el de la narración no coinciden. La visión retrospectiva supone que en ocasiones se hagan alusiones a momentos posteriores. En el primer día se conoce la causa por la que el Marqués decide ir al Palacio de Brandeso, el deseo de Concha, una antigua amante que está enferma terminal. El segundo se corresponde con el viaje, parte por la mañana y llega al anochecer. Esa noche la pareja la pasa en su mutua compañía. Durante el tercer día, los dos se dedican a pasear por los jardines y a evocar viejos recuerdos de sus antiguos amores por el palacio. Al anochecer Xavier se dedica a cuidar de Concha que se encuentra indispuesta. En el cuarto día se produce una elipsis, el lector sólo sabe que Concha pasa toda la jornada en la cama. Así pasamos al quinto de los días narrados en la novela. El protagonista pasa la tarde en la biblioteca donde recibe la visita de su tío Don Juan Manuel.  Al atardecer, el marqués y su amada dan un paseo por los jardines. Después del paseo Xavier y su tío marchan para el Pazo de Lantañón, pero el viaje se trunca y deben regresar a Brandeso. El sexto día es el que se desarrollará más pormenorizadamente, se trata del día en que muere Concha. La obra termina al amanecer de la séptima jornada, cuando las hijas de Concha están a punto de descubrir que su madre había muerto.

 El texto escogido: Antecedentes

La obra se puede dividir en 27 capítulos no numerados, pero separados mediante un blanco tipográfico. El texto escogido se corresponde con el número 24.

El fragmento que se analizará es representativo dentro de la novela puesto que en él se aprecian los grandes temas tratados a lo largo de la misma. A saber, el amor, la muerte y la religión. El amor no aparece desde una perspectiva usual, es peculiar. Pues en este caso se trata de la relación de Concha, una moribunda que padece de tuberculosis, con el Marqués de Bradomín. La enfermedad despierta el deseo erótico de Xavier a pesar de las secuelas físicas. Cuanto más demacrada está la paciente, más aumenta la excitación del Don Juan. Se trata, pues, de un amor morboso, hay perversión.

El tema de la muerte se palpa de principio a fin. Está relacionado con la enfermedad de Concha. Los encuentros amorosos están promovidos desde la posibilidad de la muerte.

La religión se muestra desde la herejía del marqués. Bradomín es impío, a pesar de que se defina como un Don Juan católico. A lo largo de la novela abundan muestras de satanismo, sacrilegio, blasfemias.

Los tres temas se entrelazan a lo largo de todo el relato. En el fragmento escogido se aprecia esta relación.

Se puede, también, caracterizar a los personajes. Su personalidad queda muy bien definida en este capítulo.

Además este es el momento cumbre de la novela, pues es cuando muere Concha. Así, el fragmento es importante porque es representativo de toda la novela no sólo por la forma sino también por el contenido. 

Análisis del texto

Al inicio del capítulo aparece Concha en la habitación de Xavier, lleva un ropón monacal que sugiere religiosidad. Entra como un fantasma, sin ruido, sigilosa. Se produce entonces un diálogo con el Marqués que se encontraba escribiendo una carta al secretario de la reina donde da cuenta de la ofrenda que hizo al Apóstol, así se muestra otra vez la importancia de la religión en la novela. Concha hace un comentario que Xavier interpreta como producto de los celos, por lo que provoca a su amada.

Un ejemplo de la irreligiosidad del protagonista viene de la boca de Concha al llamarle “¡Boca perversa!” (105). Además se aprecia como es él el que incita a la enferma a pecar de lujuria. Ella está dispuesta a confesarse al día siguiente, pero él insiste en que se quede. Es curiosa la diferencia entre estos dos personajes en lo que respecta a la importancia de la religión. A pesar de que se considere católico es ella la que demuestra verdadera devoción. Teme ofender a Dios. Xavier, en cambio, reproduce herejía tras herejía “¿De manera que ya tengo un rival?” (108).

De todos modos Concha adora al Marqués de Bradomín, y está dispuesta a todo por él. Por ello ella cede a su chantaje cuando él amenaza con abandonar el Palacio al día siguiente. Se desnuda. Él se rinde ante ella, deseoso sobre todo por su enfermedad. Ella tiembla, él le muestra su cariño. “Nos confesaremos los dos el día que yo me vaya” le dice él, dando ejemplo una vez más de su burla al catolicismo.

Aunque la verdadera herejía del Marqués de Bradomín se encuentra en las páginas 108-9:

_ ¡Es el azote de Dios!_ ¡Calla hereje!_ ¿Te acuerdas de cómo en otro tiempo me quedaba exánime?_ ¡Azótame, Concha! ¡Azótame como a un divino Nazareno!... ¡Azótame hasta morir!_ ¡Calla!... ¡Calla!...

Esta actitud es un claro ejemplo de satanismo. La pobre Concha se escandaliza. “Me das miedo cuando dices esas impiedades. Sí, miedo, porque no eres tú quien habla: Es Satanás… Hasta tu voz parece otra… ¡Es Satanás!...” (109). Pues el Marqués concluye con un “¡Amén!” (109).

Después de esto llega el momento de la muerte de la amada, las últimas palabras que salen de su boca son “yo muero” (109). Desde este momento se pasa a describir la situación externa y la reacción de Xavier. “A lo lejos aullaban canes” (109). El aullido de los perros es considerado en literatura como un augurio. Se anuncia la muerte, el rabo de los perros orienta el lugar exacto.

El Marqués muestra su cobardía “Pensé huir” (109). Está asustado, pero no por la muerte de su amante, sino porque ella está en su cuarto. Esta cobardía se acrecienta en capítulos posteriores. En un momento de humildad decide contarle lo sucedido a la hermana de Concha, por lo que aparece en su habitación. Ella interpreta que él viene a seducirla. Él no la contradice, así que yace con ella la misma noche que había fallecido su amante. Al final deja que sean las hijas de Concha las que descubran la muerte de su madre.

 

El verdadero protagonista de la historia es Xavier, el Marqués de Bradomín, que, como ya se ha indicado, es un Don Juan feo, católico y sentimental. La apariencia física no es posible juzgarla, pero sí es posible cuestionarse los calificativos de católico y sentimental. Por un lado ya se ha visto que no es tan católico como dice ser. Más bien esto se puede considerar una ironía. Son múltiples las ocasiones que demuestra su irreligiosidad ante el enfado de Concha.

El calificativo de sentimental también es cuestionable. Quizá habría que decir seductor. Las muestras de cariño se dan cuando tiene a su amante rendida. En cambio son intensos los intentos de seducción. Además, yace con la hermana de Concha la misma noche de su muerte, algo que significa más bien poco sentimentalismo.

Así, se ve que es un Don Juan muy distinto al que nos encontramos en la historia de la literatura. Poniendo como ejemplo a las dos grandes obras donde un Don Juan es el protagonista apreciamos lo siguiente. Tirso de Molina había creado a un Don Juan burlador. La obra tenía unas ideas religiosas muy marcadas, propias de una etapa de contrarreforma como en la que está escrita. Zorrilla había hecho a un Don Juan romántico.

Valle-Inclán ofrece un Xavier que no es tan romántico y que es un hereje. Se trata de un Don Juan modernista, decadentista. Tiene mucho de irónico, relacionado con la interpretación de la obra y la sátira de los tópicos literarios. Así, lo que le obsesiona al Marqués es no caer en la vulgaridad. Se burla de lo sagrado. Es, pues, un Don Juan peculiar, maestro de la incitación, cúmulo de pecados.

 

En conclusión se afirmar que los tres grandes temas de toda la obra se ven reflejados en este pasaje. El amor de Xavier a Concha y, sobre todo, el amor de Concha a Xavier; la muerte de la propia Concha y la religiosidad de la misma unida a la irreligiosidad del Marqués.

 

Para analizar un texto literario hay que tener en cuenta la estructura. En este punto debemos tratar la modalización (focalización y voz), el tiempo y el espacio.

En cuanto al foco, o punto de vista, se aprecia un yo protagonista. Aparece el yo desde el principio de la novela. El Marqués de Bradomín relata de forma retrospectiva sus amores a través de sus recuerdos.

Los ejemplos de primera persona en el texto son múltiples “Yo me hallaba…” “Me volví con fría lentitud:” (105).

Esta visión retrospectiva permite adelantar información. Esto sucede a lo largo de toda la novela, así ya sabemos desde los primeros capítulos que Concha, en el momento de la narración, ya está muerta.

La voz que aparece es, fundamentalmente, la del personaje principal. Aunque también aparecen otras. En el fragmento señalado se produce un diálogo entre el protagonista y Concha, el segundo personaje más importante de la novela. Aun así hay que tener en cuenta que la voz de la moribunda llega al lector desde Xavier que recuerda el momento desde un tiempo posterior. Aunque las palabras aparezcan en estilo directo, estas las reproduce el Marqués que es el que narra la historia en primera persona y quien recuerda lo sucedido tiempo después.

 

Como ya se viene adelantando a lo largo de todo el trabajo el tiempo del discurso se corresponde con una narración retrospectiva desde el presente de un narrador ya viejo. El tiempo en que se encuentra el protagonista es posterior al que sucede la historia. A la memoria del Marqués llegan recuerdos fragmentarios, desde que recibe la carta de Concha hasta que esta muere. El tiempo va progresando, aunque a veces hay pequeñas elipsis, pues no siempre es posible narrar toda la historia, la memoria puede fallar. Además, entre medias se evocan tiempos anteriores, como puede ser el pasado amoroso con Concha. Estos recuerdos vienen propiciados por el transcurso de la historia. Así, mientras los dos amantes pasean por el Palacio rememoran momentos vividos años atrás. Como ya se ha comentado anteriormente, también hay alguna prolepsis,  provocada por el hecho de que el narrador conoce como han transcurridos los hechos después del tiempo de la historia. En conclusión se puede apreciar que el tiempo de la narración y el tiempo de la historia no coinciden.

Esto se debe matizar, mediante la técnica del diálogo, Valle puede equiparar el tiempo de la historia y el del discurso. Claro que hay que recordar que el diálogo está reproducido según los recuerdos de Xavier. De todos modos, lo realmente importante es que la presencia de estos diálogos ralentiza la acción.

Un modo de que la historia no resulte muy parada es incluir resúmenes. Con ellos se palia la lentitud provocada por los diálogos. A comienzo y al final de cada capítulo se encuentran resúmenes que nos muestran la situación: “Era medianoche. Yo me hallaba escribiendo cuando Concha, envuelta en su ropón monacal, y sin ruido, entró en el salón que me servía de alcoba” (p. 105). Con esta clase de fragmentos se sitúa el momento de la acción y se señalan las posibles elipsis que haya podido sufrir la historia.

Lo mismo sucede al final del capítulo: “A lo lejos aullaban canes. Sin ruido me deslicé hasta el suelo… Los perros seguían aullando muy distantes, y el viento se quejaba en el laberinto como un alma en pena, y las nubes pasaban sobre la luna, y las estrellas se encendían y se apagaban como nuestras vidas” (109-10). En este párrafo los hechos se suceden rápidamente. En unas pocas líneas el lector puede conocer todas las sensaciones que se manifestaron en el Marqués en el momento de la muerte de Concha.

Estos resúmenes que describen situaciones pueden aparecer también en medio del relato ilustrando los hechos que se producían en ese instante: “Y se reía, rodeándome el cuello con los brazos. El nudo de sus cabellos se deshizo, y levantando entre las manos albas la onda negra, perfumada y sombría, me azotó con ella” (108).

Como conclusión se señala que el tiempo de la historia es escalonado, pues se combina una visión retrospectiva con prolepsis. Lo mismo sucede con el tiempo del discurso, pues, aunque los diálogos producen una sensación de lentitud, los resúmenes y descripciones dan velocidad a la narración.

La acción se desarrolla en el Palacio de Brandeso, donde vive Concha. Es el espacio más importante en la novela, donde se desenvuelve casi toda la narración. Este Palacio se encuentra en Galicia. En las descripciones que se intercalan a lo largo de la historia se aprecia que es un Palacio bien conservado, elegante, con sus candelabros de plata o sus colgaduras de damasco. Los hechos se suceden en las distintas zonas de la edificación combinando espacios exteriores, como el jardín, con interiores como la alcoba donde se desarrolla el capítulo que se está analizando.

El Marqués, tras las llegadas de las hijas de Concha, utiliza como alcoba un salón que se había acomodado para él. No se detalla su disposición y apenas se dice que tiene unos candelabros de plata.

Otro espacio mencionado vagamente en estas páginas es el laberinto del jardín donde se quejaba el viento como alma en pena (p. 110).

 

Esta obra es un ejemplo de la prosa modernista. Es una literatura llena de sensaciones. El tacto viene representado con caricias y carantoñas: “se inclinó, rozándome la frente con sus cabellos” (107), “y le dije, acariciándola” (107), “rodeándome el cuello con sus brazos” (108). Los gestos denotan ternura, cariño y pasión.

El oído viene representado sobre todo por la voz humana. Valle describe el tono en que se producen las conversaciones: “Protestó vivamente” (107), “Me pareció que en sus labios vagaba un rezo y murmuré riéndome” (109). De este modo, las palabras no son importantes sólo por lo que se intenta decir, sino también por el tono en que son pronunciadas. La forma de hablar puede ayudar a caracterizar al personaje y sus sensaciones del momento.

Los sonidos representados no son sólo las palabras: “A lo lejos aullaban canes” (109). Y, además, también son significativos los silencios, pueden indicar varias cosas, como los celos que siente Concha cuando ve al Marqués escribiendo una carta que piensa puede ser para la reina; o el temor a ser descubierto de Xavier cuando intenta escapar después de descubrir la muerte de Concha.

Casi no hay referencias visuales. Al final del capítulo el Xavier coge la luz para ver el cuerpo sin vida de su amada. La habitación está casi a oscuras, apenas un candelabro.

El ritmo de la narración es rápido. Las oraciones son breves, muchas de ellas coordinadas mediante conjunción copulativa. Para ralentizar un poco el ritmo se introducen los diálogos con los que se equiparan el tiempo de la historia y el del discurso.

El léxico está muy cuidado. Valle dota a su prosa de un carácter casi lírico. Abundan las adjetivaciones expresivas y los verbos evocadores.

 

La obra en general se puede interpretar como un texto irónico. Valle se burla del tópico de Don Juan. A lo largo del fragmento se intercalan momentos tiernos del marqués que terminan degenerando hasta caer casi en lo grotesco. Esto sucede, por ejemplo, cuando Xavier intenta cortejar a Concha. Empieza como un novio celoso, pero al final se convierte en un hereje, pidiéndole que le azote.

 

Conclusión

Una de los propósitos de la literatura en un centro escolar es fomentar un hábito lector en los alumnos. Para ello es necesario que la materia se explique de modo ameno, intentando en todo momento que queden claros los puntos más importantes de cada obra. Además, los contenidos deben presentarse de una manera clara, ordenada y concisa. Por ello, una obra como la Sonata de Otoño de Valle-Inclán debe ser explicada atendiendo al personaje y al tiempo, todo ello sin olvidar el estilo satírico con el que se muestran los temas.

No se deben olvidar la introducción de datos contextuales como la importancia del autor en la literatura o la influencia de la obra en otras posteriores. Aún así, el estudio se debe centrar en el texto mismo, ejemplificando la explicación con un fragmento que reúna los rasgos más representativos de la obra.

En este caso concreto se debe prestar atención a la visión retrospectiva de un yo protagonista que narra una historia de juventud desde una edad ya madura. Además, los alumnos deben reconocer los tres grandes temas: amor, muerte y religión.

El léxico empleado a lo largo del trabajo no siempre es el más adecuado para un centro de secundaria, por ello se debe adaptar al caso concreto de los alumnos. Se ha de partir de una evaluación del nivel del grupo y, a partir de ahí, explicar de un modo u otro.

En conclusión, el mejor método de exponer la literatura es a partir de los textos mismos. Se debe evitar la teoría pura y se debe incorporar el comentario de textos. No hay mejor modo de aprender que percibir por los sentidos lo que se intenta explicar.

     

Anexo

(p. 107) Era medianoche. Yo me hallaba escribiendo cuando Concha, envuelta en su ropón monacal, y sin ruido, entró en el salón que me servía de alcoba:

-¿A quién escribes?

-Al secretario de Doña Margarita.

- ¿Y qué le dices?

-Le doy cuenta de la ofrenda que hice al Apóstol en nombre de la Reina.

Hubo un momento de silencio. Concha, que permanecía en pie, apoyadas las manos en mis hombros, se inclinó, rozándome la frente con sus cabellos:

-¿Escribes al secretario, o escribes a la Reina?

Me volví con fría lentitud:

-Escribo al secretario. ¿También tienes celos de la Señora?

Protestó vivamente:

-¡No! ¡No!

La senté en mis rodillas, y le dije, acariciándola:

-Doña Margarita no es como la otra...

-A la otra también la calumnian mucho. Mi madre, que fue dama de honor, lo decía siempre.

Viéndome sonreír, la pobre Concha inclinó los ojos con adorable rubor:

-Los hombres creéis todo lo malo que se dice de las mujeres... ¡Además, una reina tiene tantos enemigos!

Y como la sonrisa aún no había desaparecido de mis labios, exclamó retorciéndome los negros mostachos con sus dedos pálidos:

-¡Boca perversa!

(p. 108) Se puso en pie con ánimo de irse. Yo la retuve por una mano:

-Quédate, Concha.

-¡Ya sabes que no puede ser, Xavier!

Yo repetí:

-Quédate.

-¡No! ¡No!... Mañana quiero confesarme... ¡Temo tanto ofender a Dios!

Entonces, levantándome con helada y desdeñosa cortesía, le dije:

-¿De manera que ya tengo un rival?

Concha me miró con ojos suplicantes:

-¡No me hagas sufrir, Xavier!

-No te haré sufrir... Mañana mismo saldré del Palacio.

Ella exclamó llorosa y colérica:

-¡No saldrás!

Y casi se arrancó la túnica blanca y monacal con que solía visitarme a tales horas. Quedó desnuda. Temblaba, y le tendí los brazos:

-¡Pobre amor mío!

A través de las lágrimas, me miró demudada y pálida:

-¡Qué cruel eres!... Ya no podré confesarme mañana.

La besé, y le dije por consolarla:

-Nos confesaremos los dos el día que yo me vaya.

Vi pasar una sonrisa por sus ojos:

-Si esperas conquistar tu libertad con esa promesa, no lo consigues.

-¿Por qué?

-Porque eres mi prisionero para toda la vida.

Y se reía, rodeándome el cuello con los brazos. El nudo de sus cabellos se deshizo, y levantando entre las manos albas la onda negra, perfumada y sombría, me azotó con ella. Suspiré parpadeando:

-¡Es el azote de Dios!

-¡Calla hereje!

(p. 109) -¿Te acuerdas cómo en otro tiempo me quedaba exánime?

-Me acuerdo de todas tus locuras.

-¡Azótame, Concha! ¡Azótame como a un divino Nazareno!... ¡Azótame hasta morir!...

-¡Calla!... ¡Calla!

-Y con los ojos extraviados y temblándole las manos, empezó a recogerse la negra y olorosa trenza:

-Me das miedo cuando dices esas impiedades... Sí, miedo, porque no eres tú quien habla: Es Satanás... Hasta tu voz parece otra... ¡Es Satanás!...

Cerró los ojos estremecida y mis brazos la abrigaron amantes. Me pareció que en sus labios vagaba un rezo y murmuré riéndome, al mismo tiempo que sellaba en ellos con los míos:

-¡Amén!... ¡Amén!... ¡Amén!...

Quedamos en silencio. Después su boca gimió bajo mi boca.

-¡Yo muero!

Su cuerpo aprisionado en mis brazos tembló como un sacudido por mortal aleteo. Su cabeza lívida rodó sobre la almohada con desmayo. Sus párpados entreabrieron tardos, y bajo mis ojos vi aparecer sus ojos angustiados y sin luz:

-¡Concha!... ¡Concha!

Me incorporé sobre la almohada, y helado y prudente solté sus manos aún enlazadas en torno de mi cuello. Parecían de cera. Permanecí indeciso, sin osar moverme:

-¡Concha!... ¡Concha!...

A lo lejos aullaban canes. Sin ruido me deslicé hasta el suelo. Cogí la luz y contemplé aquel rostro ya deshecho y mi mano trémula tocó aquella frente. El frío y el reposo de la muerte me aterraron. No, ya no podía responderme. Pensé huir, y cauteloso abrí una ventana. Miré en la oscuridad con el cabello erizado, mientras en el fondo de la alcoba flameaban los cortinajes de mi lecho y oscilaba la llama de las bujías en (p. 110) el candelabro de plata. Los perros seguían aullando muy distantes, y el viento se quejaba en el laberinto como un alma en pena, y las nubes pasaban sobre la luna, y las estrellas se encendían y se apagaban como nuestras vidas.

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